domingo, 22 de enero de 2012

Novela para Kindle: República

Hola a todos,

Tras una buena revisión y conseguir que un amigo me hiciera la portada, el mundo de novelas en español para kindle dispone de una nueva obra pues ya se encuentra disponible al público mi novela 'República'.

Se puede encontrar (y comprar) en cualquiera de las tiendas de Amazon, realizando una búsqueda por 'Republica Salvador Felip' (sin las comillas) o en la siguiente dirección: http://www.amazon.es/Rep%C3%BAblica-ebook/dp/B006YW6DH2/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1326984167&sr=8-1




El precio es absolutamente asequible, sólo 2,68 euros. ¿Y por qué 2,68? pues yo también me lo pregunto, porque le puse 2,60, pero ya se sabe que los sistemas que diseña un informático son como el monstruo de Frankenstein, tienen vida propia. Tenía pensado ponerla a 1,49 pero había ciertas limitaciones en función de los royalties, en cualquier caso, no creo que sea un precio como para echar para atrás a los compradores. En mi caso, los que dicen que piratean porque los precios son caros ya no tienen excusa.

Para todos aquellos que disfrutáis de un Kindle como lector electrónico podéis descargarlo directamente en vuestro lector, puesto que mi libro se encuentra a la venta tanto en la web de España como en la web de EEUU (http://www.amazon.com/Rep%C3%BAblica-Spanish-Edition-ebook/dp/B006YW6DH2/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1326984408&sr=8-1)

Si no tenéis un kindle lo podéis leer (y comprar, que no se os olvide) igualmente, puesto que desde Amazon durante el proceso de compra se ofrece la posibilidad de descargar un programa de lector Kindle gratuito para PC, IPAD o lo que tengáis. Y si aún así no lo veis claro, como no le he añadido DRM podéis comprarlo, bajarlo al ordenador y convertirlo sin problemas al formato que más os guste para leerlo en cualquier otro sitio o imprimirlo. Así que no hay excusa, lanzaos inmediatamente a la compra de esta obra inigualable y a su lectura (o sólo a la compra, lo entenderé) y, si os gusta, no olvidéis comentarlo a cualquiera con el que os crucéis, ya sea en el trabajo, con los vecinos, en el metro o en una reunión social.

Por último, para aquellos que hayan leído alguna de mis obras anteriores, comentar que, en esta ocasión, no se trata de una novela histórica (ni de un ladrillo de 900 hojas) sino que es una novela ambientada en el futuro y que pretende ser una crítica social con mucho humor y grandes dosis de incorrección política. Quienes la han leído me han jurado y perjurado que es muy entretenida, por lo que espero que sea del agrado de todos (y si no lo es podéis decírmelo abiertamente)

Os dejo también un enlace al primer capítulo, disponible en mi web: http://www.salvadorfelip.es/doc/Republica_Cap1.pdf

Un saludo

domingo, 15 de enero de 2012

La oligarquía bizantina y su relación con el poder

Hola a todos,

Bizancio, obviamente, recogió del imperio romano tardío toda su estructura política, organizándose inicialmente como una jerarquía en la que la cúspide estaba representada por el emperador, representante de Dios en la tierra. El gobierno civil y fiscal se cedía a los prefectos del pretorio, cuyas amplias áreas de actuación estaban divididas en diócesis y provincias. En ellas, los grandes terratenientes se encontraban en continua lucha con el afán recaudatorio del estado, así como en pugna con el propio emperador, por los repetidos intentos de éste por limitar el poder de la aristocracia, algo que sólo podía ser contenido cuando la persona que se sentaba en el trono era un 'hombre fuerte', como pudo ser Justiniano. La iglesia, por otro lado, tanto por su situación como poseedora de un gran número de tierras, como por su implicación en la propia política del estado, era uno de los actores más poderosos dentro de la estructura del imperio bizantino. A fin de cuentas, el emperador era sustentado por Dios, lo que le obligaba a mantener la ortodoxia en sus dominios si no quería ser tachado de hereje. Sin embargo, a diferencia de la oligarquía, la iglesia no trataba de romper las riendas que le sujetaban al estado, más bien al contrario, intentaba que el estado alineara su actuación en beneficio de la ortodoxia.

En cualquier caso, esta estructura se transformó de manera radical entre los siglos VI y IX, por una serie de motivos, el más importante de los cuales fue la invasión musulmana de gran parte de los territorios de la antigua Bizancio. En apenas 12 años se perdió la mitad de los territorios del imperio y, dado que eran los más poblados, con ellos desapareció más de dos tercios de la antigua población bizantina.

Uno de los efectos de este tremendo golpe fue la ruralización del imperio. Hasta el momento, Bizancio había mantenido mucho mejor que la parte occidental la preeminencia de sus ciudades. Pese a que ninguna alcanzaba el tamaño de la capital, existían grandes centros urbanos, como Alejandría o Antioquía. Con la conquista árabe no sólo se perdieron muchas de esas ciudades, sino que las restantes urbes de Asia Menor perdieron población debido a los ataques, sobreviviendo sólo aquellas que tenían importancia estratégica o religiosa. Constantinopla se convirtió en una isla en medio de un mundo rural.

Dentro de esta ruralización, las élites aristocráticas, cuyas grandes posesiones en tierras les daban acceso a enormes recursos y población, comenzaron a desentenderse del estado y a caminar de manera independiente. Esta independencia se afianzó con dos aspectos importantes, la creciente sumisión de los agricultores a los dueños de la tierra y, por otro lado, el derecho concedido por el estado en el siglo XI a recibir los impuestos recaudados en algunos distritos a cambio de su contribución militar. A diferencia de lo ocurrido durante gran parte de la historia de Roma, los intereses de la élite dominante y del estado comenzaron a divergir en Bizancio. Los terratenientes buscaban incrementar sus rentas y posesiones, usurpando para ello el papel del estado en la recolección de recursos de los agricultores, al tiempo que solicitaban exenciones de impuestos a cambio de su contribución a la defensa. El estado, por su parte, entró en un círculo vicioso. La falta de recursos económicos ponía en peligro la continuidad del esfuerzo militar, por lo que recurría a la nobleza, la cuál, a su vez, solicitaba más exenciones y derechos a cambio de su ayuda, lo que implicaba un nuevo recorte de los recursos del estado.

El fin de esta espiral llegó a finales del siglo XI y comienzos del XII, cuando la familia Comneno alcanzó el poder con Alejo I. En este punto, el estado pasa a ser controlado por una de las propias familias terratenientes. De este modo, el interés del estado y el de los nobles comienza a converger de nuevo, logrando una unión de intereses que mantendrá en pie (aunque con pies de barro) al imperio hasta la invasión de los cruzados en 1204.

Un saludo

miércoles, 11 de enero de 2012

El nacimiento de una nueva potencia en el Mediterráneo

Hola a todos,

Venecia, la perla del Adriático, la ciudad de los canales. Muchos hemos paseado por su famosa plaza de San Marcos, rememorando el tiempo en el que esta mítica ciudad construyó un imperio en la parte oriental del Mare Nostrum. Sin embargo, no muchos siglos antes de su esplendor, la ciudad no era más que un conjunto de islas apenas pobladas.

Según cuenta la historia, los primeros habitantes de los islotes fueron exiliados, que huían de las devastaciones de Atila en el siglo V cuando atacó Aquileia. A ellos se sumaron nuevos emigrantes, expulsados de sus tierras con la invasión franca en tiempos de Narsés, y, sobre todo, con la entrada de los lombardos.

En la Venecia de los siglos VI y VII el grupo de islotes donde más adelante se encontrará el corazón de la ciudad (como Rialto) estaba prácticamente despoblado. El centro religioso se encontraba en Grado, el político en Heracliana y el mercantil en Torcello. Hasta este momento, la ciudad era tributaria de Roma y, más adelante, de Bizancio, que mantenía allí su administración. Su economía se basaba en la pesca y la extracción de sal, que se intercambiaba por trigo en Comacchio, a orillas del Po, puerto que sirvió de inspiración a los venecianos para el desarrollo de su urbe.

A finales del siglo VIII Venecia ya se ha expandido y su comercio comienza a ser pujante. Aún siguen bajo la administración bizantina, pero la presencia de un emperador alejado, que se limita a ratificar a los dux, no supone sino ventajas, puesto que, en la práctica, actúan de manera independiente, mientras que en los conflictos con el naciente imperio carolingio siempre pueden pedir ayuda a Constantinopla, como cuando sus mercaderes son expulsados de Rávena por Carlomagno, al que no reconocían como rey de los lombardos.

Sin embargo, las luchas políticas entre bizantinos y carolingios serán el entorno ideal para que Venecia corte amarras con su antigua dueña. En 805, los venecianos se han expandido por la costa dálmata, por lo que esperan que Constantinopla muestre su enfado. Ante esta posibilidad, envían embajadores a la corte carolingia para ponerse bajo la protección del emperador occidental, que anexiona la ciudad a su reino en Italia. Esto le daba la oportunidad de convertirse en potencia marítima, algo que desperto el inmediato recelo de Bizancio, donde se comprendió el peligro que podía representar una Venecia aliada de los carolingios. Constantinopla decide conjurar esa amenaza y envía una flota al mando de Nicéforo y obtiene la sumisión de los venecianos. Los traidores son entregados a la justicia y los leales a Bizancio recompensandos.

En 810, Pipino, rey de Italia, con la ayuda de la flota de Comacchio, recupera Venecia y la costa de Dalmacia, aunque por breve tiempo, pues los bizantinos envían una nueva flota que expulsa a los carolingios, quienes, finalmente, firman la paz con Constantinopla en 812, renunciando a un mar en el que no son enemigos de los imperiales.



Ese tratado de paz marca el inicio de la grandeza de Venecia. Por una lado, su pertenencia teórica al imperio bizantino le abre las rutas de oriente, al tiempo que le garantiza su autonomía, pues Constantinopla necesita su incipiente potencia marítima para luchar contra el Islam. Por otro lado, en el tratado de paz los carolingios renuncian a la posesión de Venecia, pero mantienen sus privilegios comerciales en occidente. De un golpe, la ciudad de los canales se convirtió en el nudo que uniría ambos mundos, por donde fluiría la riqueza del comercio durante los siguientes siglos. Su único rival, Comacchio, sería destruida en 875, allanando el camino a una época de esplendor sin igual.

El último giro de esta historia se daría en 1204, cuando la antigua vasalla manipuló a los miembros de la cuarta cruzada para desviaran su camino y destruyeran Constantinopla. Como símbolo de aquella nefasta hazaña, los cuatro caballos de bronce que coronaban la cuadriga de la victoria en el hipódromo de Constantinopla adornan ahora la basílica de San Marcos, recordando el día en el que una hija apuñaló a su propia madre.

Un saludo