domingo, 30 de octubre de 2011

La cara oculta de Teodora

Hola a todos,

Teodora, la mujer que compartió con Justiniano los años de gloria del imperio bizantino, se mantuvo muy por delante de su tiempo, dejando atrás el rol de simple consorte y ama de casa que dominaba el mundo romano de aquella época, para convertirse en una verdadera gobernante, rivalizando con su esposo en poder.

Una de las primeras mujeres a las que se les podría poner el título de 'feministas', utilizó su creciente poder para mejorar las condiciones de vida de las más desfavorecidas, cambiando leyes, atenuando la dureza de algunas disposiciones contrarias a las mujeres y utilizando los inmensos recursos del tesoro bizantino para liberar a prostitutas de su penosa situación.



Sin embargo, esta mujer también tenía un lado oscuro. El poder corrompe, y pocas mujeres han disfrutado de tanto poder como Teodora. Al igual que su amistad implicaba una vía directa hacia la riqueza, cruzarse en su camino era sinónimo de muerte.

No dudó en ordenar la muerte de la reina Amalasunta, en cuanto tuvo sospechas de que ella podría intentar unirse a Justiniano. Prisco, secretario paflagonio de Justiniano, fue desterrado, tonsurado y obligado a ingresar en un monasterio contra su voluntad debido a que se oponía a las políticas de Teodora.

De cuantos tuvieron la mala fortuna o falta de cuidado para enemistarse con Teodora, uno de ellos captó mi atención más que el resto, lo suficiente para incluirlo en mi novela. Basanio era un joven prominente, miembro de la facción verde, que realizó un comentario insultante contra la emperatriz, en un tiempo en el que Teodora disponía de espías por toda la ciudad de Constantinopla. Enterada de ello, Teodora envió al prefecto de la ciudad para arrestarle, pero Basanio fue advertido y huyó a la iglesia del Arcángel Miguel, donde solicitó asilo. Pese a que, según la ley, el asilo en una iglesia era sagrado, el prefecto, siguiendo órdenes de Teodora, le arrancó del altar, le azotó en público y le condujo a la prisión del Gran Palacio. Allí, la emperatriz, acusándole de pederastia en lugar de injurias, ordenó que le castraran, con lo que Basanio se desangró hasta morir. Posteriormente sus propiedades fueron confiscadas.

Y es que, en aquellos tiempos, nadie estaba a salvo de la cólera de la emperatriz.

Un saludo

domingo, 23 de octubre de 2011

II Jornadas de Novela Histórica en Murcia

Hola a todos,

Ya de vuelta en Madrid después de un intenso fin de semana. Acabo de regresar de Murcia, donde he tenido el placer de participar en las jornadas de novela histórica organizadas por Hislibris (un abrazo desde aquí para Ariodante, Akawi y Upta-Raptor) y en la que, en este primer fin de semana, hemos acudido cuatro de los ocho autores invitados: Carlos Aurensanz, Guillermo Galván, José Emilio Iniesta y yo mismo



El fin de semana ha sido una gran experiencia, y ha resultado muy divertido. La organización por parte de los compañeros de Hislibris ha sido magnífica, hasta conseguir que nos sintiéramos como en casa, y no sólo durante la firma de libros o las charlas en el museo, sino en la comida y la cena que siguieron a los eventos, y en las que pudimos disfrutar de unas buenas pinceladas de la comida murciana.



Por mi parte, comentar que he vuelto encantado de este viaje, y que me llevo en las alforjas una gran experiencia que espero repetir otro día. Por ponerle un pero a estas jornadas, ha sido una lástima que el museo se haya empeñado en dividirnos en dos grupos, me hubiera gustado coincidir con los cuatro autores. En fin otra vez será.

Un saludo

domingo, 16 de octubre de 2011

El entrenamiento de la caballería en tiempos de Justiniano

Hola a todos,

Cautivados por el cine, la idea que tenemos de la caballería romana es, básicamente, un tópico de un periodo muy concreto del imperio. Debido a su eclecticismo, que les llevaba a adoptar las estrategias militares más prácticas de sus enemigos, así como las armas, los romanos copiaron de persas y hunos las tácticas de los arqueros a caballo. Este tipo de guerreros, antes minoritarios en el ejército romano, llegó a convertirse en el siglo VI en la base del poder militar de Bizancio, componiendo la fuerza de choque y la élite de los ejércitos liderados por Belisario, hasta el punto de bastar 5000 de ellos para derrotar a los vándalos, sin que los 10.000 infantes, que componían el grueso de las fuerzas de Belisario en África, llegaran a participar en la lucha de forma significativa.



Sin embargo, la diferencia no estribaba sólo en cómo se empleaban estas tropas, sino que el propio soldado a caballo había cambiado totalmente respecto a su predecesor de siglos anteriores. En lugar de ser un simple escaramuzador, los arqueros montados de tiempos de Justiniano estaban entrenados duramente en múltiples aspectos del combate. Eran capaces de actuar como escaramuzadores, aguijoneando a las tropas enemigas con sus arcos, al tiempo que podían cargar con lanza o espada como caballería pesada tradicional, incluso eran capaces de descabalgar y formar a pie un muro de escudos, como demostraron durante una de las batallas libradas contra los persas, a los que derrotaron utilizando la primitiva aunque eficaz táctica de la falange.

Según el Strategikon, los soldados, que debían ser excelentes jinetes, eran entrenados de forma que pudieran disparar un par de flechas con su arco, guardarlo en la funda que colgaba de la silla, recoger la lanza que transportaban a la espalda, cargar con ella a través del enemigo y, finalmente cambiarla de nuevo por el arco para hostigar al contrario mientras se alejaban para reagruparse.

Como la mayoría de los jinetes no podían alcanzar semejante habilidad con todas las armas, muchas unidades se especializaban directamente como lanceros o arqueros, sin combinar ambas opciones, hasta que las bajas y el declinar del ejército bizantino empezó a hacer mella en sus filas, disminuyendo el número de estos super-guerreros, mientras el imperio dejaba recaer en los hombros de los aliados la carga de proveerles de caballería, volviendo nuevamente a las tácticas seguidas por la antigua Roma.

Tal vez, sólo tal vez, de haber mantenido la tradición y la fuerza, la historia del imperio bizantino hubiese sido muy distinta.

Un saludo

domingo, 9 de octubre de 2011

Los abusos en el acuartelamiento de tropas en el siglo VI bizantino

Hola a todos,

Acostumbrados como estamos a ver a los soldados en cuarteles, no concebimos otra forma de estacionar a las tropas. Sin embargo, durante el siglo VI, los ejércitos de campo bizantinos no disponían de cuarteles permanentes. Durante las campañas, obviamente permanecían en campamentos levantados allí donde se encontraran, pero en tiempos de paz se acomodaban con la población local.

Según la ley, los ciudadanos debían entregar un tercio de su casa a los soldados. Era el precio que los nuevos romanos tenían que pagar por dejar de lado su participación en la defensa del imperio. Sin embargo, pese a que la ley sólo obligaba a entregar las estancias o habitaciones, nada más se le podía exigir al sufrido ciudadano. Pero lo que la ley no contemplaba era el resultado de meter a bárbaros armados, a veces incluso con sus familias, en casa de temerosos ciudadanos. Los abusos eran tan frecuentes que recibieron un nombre, salgamum, prohibido por varias leyes nunca respetadas.



Como muestra, un relato de Edessa, que sostuvo una importante concentración de tropas entre los años 503 y 505, habla de como los soldados echaron a la gente de sus casas, les golpearon y robaron. Los humillados ciudadanos presentaron una denuncia ante el comandante local quien, pese a las leyes imperantes, únicamente decidió, como mal menor, limitar los saqueos de las tropas a ciertas ropas y a aceite.

Obviamente, las familias más acaudaladas lograban mantenerse exentas de este tipo de prácticas, por lo que todo el peso de la carga que suponían las tropas acababa siendo soportado por las familias más pobres de campesinos o trabajadores de ciudad, convirtiéndose esta costumbre en una de las causas por las que los ejércitos de la época estaban tan mal considerados incluso entre sus propios compatriotas.

Un saludo

sábado, 1 de octubre de 2011

El verdadero Arzes

Hola a todos,

Hoy quería traer al blog una pequeña historia sobre el Arzes real que dio origen al personaje de mi novela 'El sueño de Justiniano', uno de los mercenarios de Belisario e inseparable compañero de Drías.

El verdadero Arzes se encontraba presente con el ejército de Belisario durante el asedio de Roma. Fue allí, durante uno de los combates contra los ostrogodos cuando fue herido de manera bastante aparatosa. Una flecha se le clavó en la cara, entre la nariz y el ojo derecho, penetrando profundamente en la cabeza.



Los médicos pensaban extraer la flecha tirando del asta y, aunque ya daban por perdido el ojo, no se atrevían a hacerlo pensando en el daño que podrían provocar en los tejidos del interior. Sin embargo, antes de que comenzaran con ese plan, un médico llamado Teoctisto tuvo una idea. Presionó varias zonas del cuello de Arzes hasta encontrar una en la que el paciente sentía más dolor. Pensó que la flecha había entrado muy profundamente y que la punta se encontraría cerca de la piel en la zona trasera del cuello, por lo que realizó una incisión en el punto del cuello de Arzés donde éste sentía más dolor y... ¡acertó! Encontró la punta de la flecha, por lo que, tras cortar el asta que sobresalía por delante de su cara, extrajo el resto de la flecha desde la parte de atrás del cuello, realizando la operación de forma tan brillante que Arzés sobrevivió sin siquiera una cicatriz.

Quien no tuvo tanta suerte fue su compañero Cutilas, el que aparece en la imagen vestido con una túnica roja y un asta sobresaliendo de su frente. Al parecer, una javalina se le clavó en la cabeza. Para sorpresa de sus compañeros, no sólo no murió sino que se mantuvo sobre su caballo y regresó al campamento por sus propios medios, alarmando a cuantos se cruzaban a su paso y le veían con la javalina clavada y tan campante. Sin embargo, en su caso los físicos sí que realizaron la extracción de manera forzada. Cuando le quitaron la punta de javalina de la cabeza Cutilas cayó en coma y murió tres días más tarde.

Inmersos en un mundo con hospitales, farmacias, cirujanos, antibióticos, vacunas y máquinas de rayos X, a veces olvidamos que las cosas no siempre fueron así. Tal vez, precisamente por los avances que tenemos, resulta más sorprendente comprobar lo que lograban hacer los médicos bizantinos con simples escalpelos de bronce y plantas.

Un saludo