sábado, 1 de octubre de 2011

El verdadero Arzes

Hola a todos,

Hoy quería traer al blog una pequeña historia sobre el Arzes real que dio origen al personaje de mi novela 'El sueño de Justiniano', uno de los mercenarios de Belisario e inseparable compañero de Drías.

El verdadero Arzes se encontraba presente con el ejército de Belisario durante el asedio de Roma. Fue allí, durante uno de los combates contra los ostrogodos cuando fue herido de manera bastante aparatosa. Una flecha se le clavó en la cara, entre la nariz y el ojo derecho, penetrando profundamente en la cabeza.



Los médicos pensaban extraer la flecha tirando del asta y, aunque ya daban por perdido el ojo, no se atrevían a hacerlo pensando en el daño que podrían provocar en los tejidos del interior. Sin embargo, antes de que comenzaran con ese plan, un médico llamado Teoctisto tuvo una idea. Presionó varias zonas del cuello de Arzes hasta encontrar una en la que el paciente sentía más dolor. Pensó que la flecha había entrado muy profundamente y que la punta se encontraría cerca de la piel en la zona trasera del cuello, por lo que realizó una incisión en el punto del cuello de Arzés donde éste sentía más dolor y... ¡acertó! Encontró la punta de la flecha, por lo que, tras cortar el asta que sobresalía por delante de su cara, extrajo el resto de la flecha desde la parte de atrás del cuello, realizando la operación de forma tan brillante que Arzés sobrevivió sin siquiera una cicatriz.

Quien no tuvo tanta suerte fue su compañero Cutilas, el que aparece en la imagen vestido con una túnica roja y un asta sobresaliendo de su frente. Al parecer, una javalina se le clavó en la cabeza. Para sorpresa de sus compañeros, no sólo no murió sino que se mantuvo sobre su caballo y regresó al campamento por sus propios medios, alarmando a cuantos se cruzaban a su paso y le veían con la javalina clavada y tan campante. Sin embargo, en su caso los físicos sí que realizaron la extracción de manera forzada. Cuando le quitaron la punta de javalina de la cabeza Cutilas cayó en coma y murió tres días más tarde.

Inmersos en un mundo con hospitales, farmacias, cirujanos, antibióticos, vacunas y máquinas de rayos X, a veces olvidamos que las cosas no siempre fueron así. Tal vez, precisamente por los avances que tenemos, resulta más sorprendente comprobar lo que lograban hacer los médicos bizantinos con simples escalpelos de bronce y plantas.

Un saludo

4 comentarios:

Blas Malo Poyatos dijo...

Escalofriante entrada, Salvador. ¡Me ha encantado! Estuvo en Roma hace dos semanas, y me confirmó lo que ya sabía: que a grandes rasgos vivimos igual que hace dos mil años. Los romanos nos hicieron "homo urbanus", en vez de estar desperdigados aquí y allá en pequeñas villas. Nos dieron agua, red de transportes, organización... y medicina.

Y lo sorprendente, es que sin tanta ciencia ni remilgos, los pacientes incluso sobrevivían.

Un saludo

Salvador Felip dijo...

Hola Blas,

La verdad es que algunos de los relatos que aparecen en los clásicos son increíbles. Cuando uno piensa que aquí se te cae el niño en el patio del colegio y le ponen la antitetánica, y allí sobrevivían a heridas tremendas sin tener siquiera antibióticos se ponen los pelos de punta.

Un saludo

Coriolis R. dijo...

Obviamente Arzés era un antepasado de Chuck Norris ;)

No obstante, sin menospreciar la ciencia médica bizantina ni a sus cirujanos de campaña, Arzés tuvo muchísima suerte.
Parecería probable que hubiera terminado muriendo por una infección, una esquirla de hueso o una astilla alojada en algún sitio.

Pero si existen los milagros, aquí tenemos uno.

Saludos.

Salvador Felip dijo...

Hola Coriolis,

je, je, no sé si Arzés tenía genes de Chuck Norris, pero sí que debía ser de aquí te espero...

En cualquier caso, sería interesante saber el porcentaje de heridos que se recuperaban en la antigüedad respecto a los que morían de infección. Lástima que la estadística no estuviera en boga en aquel tiempo. Tal vez si hubiesen desarrollado un poco esa materia hubieran avanzado más rápidamente con los tratamientos.

Un saludo