sábado, 27 de noviembre de 2010

Oftalmología en Bizancio

Hola a todos,

Para la reseña de hoy he pensado regresar de nuevo a los comentarios sobre alguno de los aspectos de la vida en Bizancio. En este caso voy a hablar sobre la primera causa de ceguera en aquella época, el tracoma.

El tracoma ('ojo áspero' en griego) es una enfermedad del ojo provocada por una bacteria que se transmite por contacto directo con secreciones de otra persona infectada, o por contacto con toallas y paños que han tocado dichas secreciones. Si no se trata provoca una ceguera dolorosa, pues los párpados (sobre todo el inferior) se doblan hacia dentro provocando que las pestañas arañen la córnea y provoquen ceguera. Los hombres son afectados el triple que las mujeres y se da en áreas con poca higiene. La bacteria tiene un periodo de incubación entre 5 y 12 días, tras lo cual el sujeto experimenta una especie de conjuntivitis que es recurrente hasta que degenera en la ceguera.

Para los bizantinos el tracoma tenía 4 etapas y lo consideraban una enfermedad del párpado. La primera etapa era enrojecimiento, en la segunda comenzaba el dolor y la incomodidad. En ambas el ojo lloraba. La tercera provocaba bultos grandes y separados que parecen un higo abierto mientras que en la cuarta se formaban en el párpado irregularidades duras y ásperas.

El tratamiento según Hipócrates era: Raspar el párpado con una varilla de madera envuelta en lana espesa y pura mojada por una solución cáustica, con cuidado de no tocar la córnea. Se ha de parar de raspar cuando la sangre comience a salir más licuada o mezclada con agua en lugar de pura. Luego se restriega con polvo de cobre y se cauteriza con una solución cáustica. Cuando se cae la costra y comienzan a curar las úlceras se realiza una incisión. Si los párpados son más gruesos de lo normal hay que cortar tanta carne como sea posible en el lado interno, cauterizando posteriormente con un hierro que no llegue a estar al rojo.

Celso no recomienda el raspado excepto en los casos más graves, sino que prefería medicamentos y dieta. Recomienda ejercicio, baños frecuentes, lavar los párpados con agua caliente, tomar comida con sabor acre y el uso de un colirio llamado caesarianum, llamado así por un tal Hierax.

Galeno recomendaba hasta 15 colirios distintos para el tracoma, a los que se les da el nombre genérico de trachomatikon. El raspado se hacía tras bajar la inflamación con un colirio. Tras el raspado había que curar la herida con un colirio de olíbano (resina aromática de un árbol que se usa en inciensos y perfumes) mezclado con vino. Inicialmente el colirio se usaba muy diluido en vino, aunque luego se va cambiando la proporción hasta que los párpados ya no dañan las túnicas del ojo y las heridas están limpias.

Teodoro Prisciano (físico del emperador Graciano) en su libro Euporista trataba el tracoma cogiendo un ajo, recogiendo el jugo del centro con una sonda y ungiendo el ojo con él.

Aecio de Amida (uno de los protagonistas de mi novela) repetía lo que decía Galeno, desaconsejando el raspado mientras no estuviera en la última etapa. En caso de que existiera una úlcera en el tracoma no aconsejaba aplicar los remedios habituales, pues la córnea podría resultar afectada y el dolor del paciente por la ulceración empeoraba. En esos casos se usaba colirio de piedra pómez finamente pulverizada mezclada con goma. Para realizar el raspado utilizaba un escalpelo, la parte dura de una sepia u hojas de higuera.

Como se puede observar, uno tiene que agradecer haber nacido en esta época, al menos si nos paramos a pensar en los avances médicos.

En fin, ponerse enfermo en aquellos tiempos no debía ser muy agradable.

Un saludo

4 comentarios:

Coriolis R. dijo...

Muy interesante...
¡pero me ha dolido sólo de leerlo!

Saludos.

Salvador Felip dijo...

Hola Coriolis,

La verdad es que una operación de ese estilo no resulta demasiado agradable. Ni te cuento lo que hacían cuando operaban las hemorroides.

Y pensar que luego nos da miedo ir al dentista... la medicina que tenemos ahora es un verdadero lujo.

Un saludo

Blas Malo Poyatos dijo...

Vivimos en una época privilegiada de la Historia. ¡Con razón tenían tanto apego a las reliquias de los santos, como para fiarse de los dostores!

Hay un dicho que me contaron hace dos años en Almuñecar:

"Un médico: tiene cura.
Dos médicos: hay duda.
Tres médicos: muerte segura."

Un saludo, Salvador

Salvador Felip dijo...

Je, je, je muy bueno el dicho Blas.

Un saludo