Esta semana continuamos con los métodos constructivos bizantinos que, pese a su neta herencia romana, dispuso de un desarrollo propio.
MUROS
El muro se construía con un núcleo de hormigón recubierto con paramentos de sillería, cuyas piedras no están ancladas entre sí. El mortero sustituye a los hierros soldados con plomo utilizados en occidente. En ocasiones se sustituye el mortero entre las piedras por una lechada de cal (como en Santa Sofía)
Cada hilada, además de los sillares, presenta perpiaños. Las hiladas de ladrillo intercaladas en los sillares permitían una mejor unión entre el paramento y el relleno, con los ladrillos haciendo el papel de perpiaños.
El lecho de mortero que se ponía entre los ladrillos era casi tan ancho como el propio ladrillo, aunque en el caso de las hiladas de piedra era menor.
Se ponían vigas de madera unidas entre sí para reforzar el muro mientras el mortero estaba aún fraguando. Cuando el mortero estaba duro pero aún no asentado del todo podía soportar el peso, pero corría el riesgo de deformarse, con lo que aumentaba la posibilidad de que la estructura se derrumbara. Las vigas de madera permitían que se endureciera. Cuando la madera se deterioraba el mortero ya estaba bien y podían ser retiradas.

Para la realización de los muros se usaban andamios que se levantaban anexos a la pared. Se hacía un agujero en el muro por donde se pasaba una viga que sobresalía por ambos extremos. Dos vigas a cada lado permitían poner un andamio sobre el que trabajaban los obreros. A medida que se ascendía se ponían más andamios. Luego, una vez que la estructura estaba finalizada y los decoradores comenzaban su trabajo, lo hacían de arriba hacia abajo, y a medida que terminaban se rellenaban los agujeros y se quitaban los andamios.

COLUMNAS
Los capiteles de las columnas eran bloques de mármol que se tallaban para formar la transición entre la columna redonda y el cuadrado superior.
A los capiteles se les daba primero la forma, tallándolos cuadrados por arriba y circulares por abajo. Luego se dibujaba una línea vertical en el medio del capitel por los cuatro lados y se rebajaban 2 dedos las zonas intermedias entre el centro y las esquinas.
Las columnas de Santa Sofía no tenían ábaco, tan sólo el capitel, pues el contacto con el arranque superior se hacía por medio de cuadrados perfectos, y no de cuadrado con rectángulo, que implica la necesidad del ábaco como transición.
Los fustes solían ser monolíticos, tallados en caliza compacta, aunque en Santa Sofía las columnas eran de mármol, el cual tendía a fisurarse por las vetas blandas, llegando algunas a desintegrarse según Procopio.
Para prevenir estas fisuras longitudinales se recurría a anillos metálicos que zunchaban (rodeaban, aprisionaban) los fustes en la cabeza y en el pie.
Además, para mayor garantía, se asentaban las columnas sobre lechos realizados con un material plástico para conseguir un reparto más uniforme de las cargas. Se usaban láminas de plomo, por lo que los tambores se colocan sobre hojas de plomo de 1 mm de espesor. El problema de esta lámina de plomo es el desbordamiento debido a la tensión en el perímetro del lecho. Para evitarlo se aprovecha el zunchado. Al rodearse por la junta el plomo queda confinado y no puede aplastarse ni extenderse.
Las columnas se elevaban a su sitio mediante cuerdas y poleas, primero la base, luego el fuste y por último el capitel.
CÚPULAS
Para hacer la cúpula se ponía un mástil en el centro hasta la altura de los muros. De la punta del mástil se tienden dos cuerdas, una que coincida con la curvatura interior de la cúpula y otra con la curvatura exterior, así se tiene la forma de la cúpula y su espesor. Se van colocando filas enteras de ladrillos alrededor de toda la cúpula de una en una, por lo que sólo se necesita andamiaje para cerrar el hueco central.
Las cúpulas de ladrillo se hacían por medio de lechos cónicos, en forma de coronas sucesivas, de ese modo podían realizarse sin cimbras. Los ladrillos de cada hilada se colocaban sobre una capa de mortero que los unía a los de la hilada precedente. Una vez terminada, cada hilada se comportaba como un tronco de cono con el vértice apuntando hacia abajo, por lo que no puede deformarse ni descender y sirve de apoyo para la siguiente.
Los vértices de los conos no tienden al punto central de la esfera, sino a un punto superior, pues a medida que la cúpula se va formando las hiladas deberían hacerse cada vez más verticales. Para determinar la inclinación de los lechos se lleva una cuerda o cintrel desde el lecho hasta la base de la cúpula en el otro extremo de la bóveda. El punto en el que corta el eje central es el vértice del cono.
Para cerrar la bóveda en la clave llega un momento que el ángulo es excesivo para que los ladrillos agarren por lo que en ese punto no se continúa aumentando el ángulo sino que se mantiene constante hasta cerrar la cúpula.
Finalmente, las cúpulas se embeben en la base dentro de un muro perimetral de fábrica que la ciñe hasta la altura de los riñones y se empalma con el trasdós mediante una contracurva. Es en este muro donde en Santa Sofía se abren las ventanas o huecos de iluminación, de forma que parece reducido a una serie de contrafuertes discontinuos.
La cúpula de Santa Sofía es nervada. El intradós se divide en 40 husos por otras tantas nervaduras meridianas salientes que convergen en la clave y dan solidez a la fábrica sin aumentar el peso notablemente. Se construyeron al mismo tiempo que los paños de relleno y se ligan al resto de la bóveda por la continuidad de las mismas hiladas cónicas. Su función es rigidizar y volver menos deformable la delgada cáscara de la cúpula.
Y esto es todo por ahora, la próxima semana variaré el tema. Para quien se quede con ganas de más le remito a la reseña bibliográfica de hace unas semanas y, sobre todo, al libro de Auguste Choisy 'El arte de construir en Bizancio'
Un saludo a todos